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  Antuca
Raúl Castro

256 páginas; 20x13 cm.
Entropía, 2005
ISBN: 987-21040-4-2
 
 
       
     
       
 

Antuca es un nombre de mujer, de una mujer referida en una novela a seis voces, masculinas y femeninas, que se alternan en la posesión de un relato común.
Antuca como punto de fuga de un disuelto grupo de amigos que atravesaron los años sesenta explorando las posibilidades de una década de fórmulas abiertas, y que se reencuentran veinte años después; en cierto modo iguales, pero, a la distancia, violentados por la pérdida.
Con una articulación polifónica que simplifica su compleja arquitectura en una secuencialidad adictiva, Antuca se desentiende de la didáctica sobre la historia política, imbricándola de manera tácita en la carga subjetiva de sus personajes, hasta configurar un estudio dinámico del deseo.
La vibrante escritura de Raúl Castro –un motor narrativo que en sus altas revoluciones admite, también, la reflexión y la quietud– hace de Antuca una obra mordaz, lírica y de salvaje melancolía.

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Fragmento

11

 

No me gusta estar sola. Vuelvo.
No imaginé haberme alejado tanto. Es increíblemente largo el trecho que me falta. No hay nadie. Sólo las gaviotas y la playa, entre los médanos y el mar. Mientras voy caminando me sereno. A lo lejos un pescador parece recoger sus líneas. A medida que me acerco se va definiendo su perfil. Es un muchacho joven, poco más que un adolescente. Tiene unos pantalones raídos, un buzo holgado y un gorro tejido, hasta las orejas. Cuando estoy a unos veinte metros me descubre. Apoya la caña en una cruz de hierro clavada en la arena y me mira sorprendido. Nos miramos hasta que estoy a su lado.
–Hola –nos decimos.
Me detengo y le pregunto: –¿Sos de acá?
–Por ahora, estoy acá. Cuando me canse, me voy.
Me confunde el timbre de su voz, la forma de su cara, su boca. Descubro sobre el amplio buzo, la ligera insinuación de sus senos.
–¿Cómo te llamás?
–Marina, ¿y vos?
–Teresa.
Mi sangre se encrespa como el mar. Nos miramos. Nos medimos. Creo que a esta altura de mi vida conozco mucho de mujeres, de sus inclinaciones, de ciertas complicidades perversas y sus guiños, pero Marina me desorienta con su frescura, su juventud y esa malicia agreste en el fondo de sus ojos claros, de color indefinido, como este mar.
–¿Hace mucho que andás por estas playas?
–Casi dos años.
Dos años es una vida. Me cuenta que anduvo vagando por las playas del sur, hasta que encontró un lugar, y se quedó. Me habla de la gente con quien vive, y lo que hace.
La veo hablar. La miro hablar. Sus labios se juntan, se deslizan, se separan. Su boca es un extraño animal. Un feroz animal. Mis hormonas bailan como abejas furiosas. Mi lengua empuja contra mis dientes apretados.
Basta.
Miro el mar y respiro hondo para tranquilizarme.
Marina sigue hablando.
Me acerco. Deslizo mi mano por su mejilla hasta la comisura de sus labios. Marina sigue hablando. Siento sus palabras en mis dedos. Es fuerte y dócil. Inclina su cara acompañando mi caricia y cierra los ojos.

 

 

 

 

Autor

 

 

 

 

 

   
   

Raúl Castro nació en Buenos Aires en 1936.
Antuca es su primera novela editada.

 
 

Reseñas

 

 





Revista Ñ
(Susana Rosano)

El arca digital
(Esteban Lozano)

Revista Acción


 

[Revista Ñ]

 

Las ruinas de la catástrofe

Por Susana Rosano


Andar sin memoria, dictamina un personaje de Antuca, es estar desamparado. Y esta parece ser la premisa que da impulso a la primera novela de Raúl Castro que acaba de publicar la editorial Entropía. Aquí, la pregunta por la posibilidad del recuerdo, la búsqueda de un relato que dé cuenta de quiénes fuimos y de los restos que asoman en este devastado presente no parece tener tanto que ver con la indecibilidad del horror. De lo que se trata es de poder juntar las partes que la locura y la muerte que la última dictadura militar argentina hicieron estallar en el interior de cada uno de los personajes, y de preguntarse valientemente si es posible saldar deudas con un pasado ante el que se interpone la culpa de estar vivos y el silencioso trabajo del miedo. De alguna u otra manera, toda la sociedad podría ser pensada hoy como víctima de la catástrofe.

La novela relata a seis voces el encuentro de cinco amigos en una playa desierta del sur de Buenos Aires, veinte años después de haber compartido la experiencia de sentirse parte de la vanguardia artística porteña. Lucas, convertido en el presente en empresario, es quien convoca a sus viejos amigos a este verdadero viaje hacia el pasado, para aplazar aunque sea por un tiempo, la asfixiante sensación de que la muerte ya está instalada para siempre en su vida. Sin embargo, en la casa persiste una ausencia: la de Pascual, el único del grupo que fue chupado en Rosario. La voz de Pascual, sin embargo, se inscribe en la novela a partir de su propia búsqueda. Y en este sentido es el único que puede realmente volver y recorrer el pasado, visitar la casa donde vivía en el momento en que fue secuestrado, para reconocer que no hay retorno posible, y retomar una vida nueva en una isla del Tigre.

Lo interesante, y es precisamente lo que permite la ficción, es que no se trata aquí del relato de una militancia, tramada en blanco y negro, o de la pregunta por la validez de una lucha política, sino de algo mucho más sutil: ¿qué fue lo que nos unía en el pasado y por qué el presente se nos asoma con tanta grisura? En el intento desesperado de los amigos por revivir el "espíritu del grupo", en la propia insistencia sobre esta palabra, la novela de Raúl Castro parece sugerir que 1a dictadura dejó como saldo mucho más que muertes y desapariciones. Lo que se perdió en cada una de las vidas adultas de estos personajes, y en la sociedad en su conjunto, fue precisamente esto: la posibilidad de pensarse en comunidad, la sensación, por más utópica que fuera, de que había un presente, pero también un futuro, que nos permitía sentirnos aunque sea un poco menos solos.

En el personaje de Antuca, que da nombre a la novela y que paradójicamente nunca adquiere la voz de narradora, se cifran los deseos de cada uno de los amigos. Pero, al igual que la pregunta sobre el pasado, se trata de un deseo siempre huidizo, ocluido, absolutamente cancelado. Como aquel otro que convocó el encuentro de los cinco amigos. En el presente desolado, sólo pueden verse las ruinas de la catástrofe.

 

 

 

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[El arca digital]

 

Antuca

por Esteban Lozano



¿Por qué llamamos novela a una novela? ¿Es sólo porque es un río de posibilidades? ¿No será un cuento largo?... Es una novela.

Se puede nadar en un sueño y salir mojado. Pero se debe elegir, o seguir mojado o seguir escribiendo. Castro siguió escribiendo y por simple casualidad su novela comienza y termina en un sueño río y los momentos culminantes suceden en otros sueños ríos. ¿Es casualidad? De todas formas nunca sabemos qué es la casualidad en el sueño de un creador.

Castro sabe escribir. Sabe nadar pero según los datos es su primera novela y tiene setenta años, lo cual no significa nada de bueno ni de malo. Tiene muchas horas de vida y si bien su novela por momentos parece rozar la autobiografía, rápidamente nos hace una gambeta y acaricia el cuerpo desafiante de Antuca hembra, pero desde otra mujer. Castro puso en ese cuerpo de mujer, el remate de tantas pulsiones sexuales que se desbocan desde la juventud hasta la madurez de los personajes. Curiosamente esas pulsiones se transforman en pasiones con la madurez mientras entonces eran parte de un juego, menor, cuando la que bancaba era la muerte.

Elige una estructura de sucesión de relatos escritos en primera persona por cada uno de los personajes, y cada uno cuenta sus pensamientos, los cuales sumados son un ensayo sobre la vida de una generación castigada por eso que no sabemos qué es: la historia argentina. ¿Por qué esa generación? Castro no lo dice, lo calla atronadoramente.

Hay momentos de inevitable efecto para quienes vivieron como los personajes de Antuca. El verso de Pavese: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos: la autoconfesión de Gustavo, mi pensamiento me conduce a cosas que no entiendo. Y construye su fama académica con ese convencimiento. ¿Se va entendiendo como Castro nos va dejando señales de porqué esa generación?

Es una confesión, pero todas las novelas son confesiones desde el Quijote hasta Cien años. Tranquilo Castro, no las estoy comparando, pero tu novela vale tanto como cualquier honesta confesión.
Raúl Castro, nació en Buenos Aires en 1936. No tiene antecedentes novelísticos.

Es técnico con orientación cibernética. Trabajó con un grupo de médicos en la aceleración del diagnóstico del mal de Chagas. Codirigió la revista Cero, en el 65 publicó poemas en la Primera Muestra de Poetas de la colección Altazor y en El Corno emplumado de México. En el 70, desarrolló un iluminador electrónico en estado sólido. Su novela tiene de autobiográfico no sólo partes de su vida, sino la manera de ser y actuar de esa ya célebre generación de argentinos.

 

 



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[Revista Acción]

 

Antuca

 

 

Se diría que el corazón radiante de la primera (y tardía) novela de Raúl Castro (1936) es un nombre de mujer, Antuca, pero como un agujero donde se pierden fantasmas y ensoñaciones de toda una generación. El universo político y cultural de los años 60 en Buenos Aires, evocado por un grupo de amigos reunidos en una playa fría y ventosa, otorga al realismo del relato cierto aire melancólico y de lejanía que solo la imagen de Antuca (una modelo negra de cuerpo de serpiente) rompe como un objeto de deseo inalcanzable. Mientras los protagonistas danzan con torpeza o elegancia a través de botellas de vino y ginebra, libros, cigarrillos, amores cálidos o suavemente gélidos, cinismos o desesperaciones, el nombre de Antuca asciende por momentos a la categoría de símbolo irresoluble, de emblema de algo que todavía no es o no puede ser. Esa tensión se expresa en la escritura crispada de Castro y en la textura de las historias que se entrecruzan a varias voces, bajo el signo del sarcasmo o la tristeza, contra el fondo desértico de un paisaje de mar y pampa. Un laberinto cuya máxima osadía consiste quizá en abandonar a la deriva todo consuelo.